Ya Mstislav Rostropovich, se refería a Maisky, como uno de los mayores talentos, que reunía en su interpretación poesía y delicadeza, aunado a un excelente temperamento y una técnica brillante.
Y en algunos conciertos que hemos podido presenciar, escuchamos que genuinamente crea un juego pirotécnico con su instrumento, que refleja pasión y lirismo en su ejecución. Observamos que es un músico que logra transmitir y compartir sus emociones profundas con todo público. Per se la música de cámara presagia intimidad entre artistas y público, ahora imaginen la relación intensa y afectiva dentro del Trío Maisky que la música ha podido encauzar. El padre al cello como centro de atención, y rodeado de su hijo Sascha al violín y su hija Lily al piano. Un verdadero deleite para todo aquel que se atrevió a ir a disfrutar.
El año 2018 ha estado marcado por varios conciertos por su 70 aniversario y en Estambul le fue otorgado un "Premio a la Trayectoria". En septiembre Maisky volvió por cincuentava vez a Japón donde ha tocado casi 400 conciertos. Junto al Trío Maisky harán extensas giras por Japón, China y Sudamérica, de la cual estos conciertos forman parte.
Trío Maisky ha efectuado su última grabación “Adagietto” editada en agosto de 2018, un álbum muy personal junto a su hija Lily y con participación en vivo de Martha Argerich, Janine Jansen, Julian Rachlin y Sascha Maisky, su hijo violinista. Incluye un arreglo multipista del Adagietto de la 5ª Sinfonía de Mahler con Mischa tocando todas las partes (excepto la parte del arpa), un proyecto con el que el cellista soñó durante muchos años.
Les contamos que presentarón un programa compuesto por la Sonata para arpeggione y piano en La menor, D. 821, de Franz Shubert, que encierra una historia singular, en 1823 un lutier de Viena, G. Staufer, fabricó un instrumento de cuerda, medio guitarra y medio violín/violonchelo, denominado también ”guitarra de amor” ó arpeggione.El instrumento poseía cualidades timbricas, una plenitud y dulzura de sonido, en el registro agudo conseguía efectos de dobles cuerdas y de punteo-pizzicato. Y un virtuoso y promotor del instrumento encargó a Shubert, entre otros una composición. Schubert, escribió esta Sonata en noviembre de 1824 a toda prisa y estrenada antes de acabar el año con Schubert al piano, lo pueden imaginar.
La obra resulto ser una pieza encantadora, plena de misterio, hermosa en su inspiracion melodica y con una frescura de ideas conmovedora. Tres movimientos de no muy amplio desarrollo, sin excesivas pretensiones ni busqueda de trascendencia, ha contribuido a retener en la memoria colectiva el nombre de un instrumento efimero del que no ha quedado apenas rastro, y ha suscitado la logica disputa entre los tanedores de instrumentos de cuerdas y arco. Lo más normal es su interpretacion moderna al violonchelo, no son infrecuentes con viola y hasta es posible escuchar- la a veces al contrabajo. Pero si se examina la partitura, su adaptación violinística no es en absoluto imposible.
También nos deleitarón con el: Trío elegíaco nº1 para violín, violoncello y piano, de Rachmaninov.Escrito en enero de 1892, en Moscú, y estrenado el 30 de enero en la Sala Vostryakov. Consiste en un solo movimiento en forma sonata clásica, constituido por doce episodios encadenados de los cuales el primero es un Lento lugubre (en el sentido «lisztiano» del término) en sol menor. El tema elegíaco, presentado por el piano, evolucionará en cuanto a su aspecto y al tempo , pero, sobre todo, en cuanto al ambiente espiritual buscado: più vivo , con anima , appassionato , tempo rubato , risoluto . Los principales episodios son repetidos simétricamente, para acabar con una marcha fúnebre que muestra ya la propensión del música a transformar su piano en un instrumento capaz de sonar como un tañido fúnebre, de percutir como un tambor grave, de dejar que el sonido ocupe el espacio sonoro. Aunque en este Trío juvenil el piano protagoniza el discurso, se deja a las cuerdas que se aproximen a la expresión vocal, lo que atañe al violín, pero, sobre todo, al violoncello. El Trío no fue editado hasta 1947, en Moscú, y se reeditó en 1957.
Y la obra que más nos hizo reflexionar por su complejidad fue la de Shostakovich, Trío para piano, violín y violonchelo, op, 67, escrito desde febrero hasta el 13 de agosto del año 1944, en Ivanovo. Obra está dedicada a la memoria de Ivan I. Sollertinski (1902-1944), amigo entrañable quien acababa de fallecer víctima de una crisis cardíaca. Quien fue también su mentor, desde 1927, y su influencia en el desarrollo del compositor apenas puede ser sobreestimado. Fue su gran ayuda intelectual para navegar durante un periodo de turbulencia ideológica.
Comienza una melodía pensativa confiada al chelo con sordino, en una sonoridad inhabitual debida a los armónicos utilizados, mientras el violín entra a partir del séptimo compás (en canon) en su registro más grave. El tema se nos muestra como ruso, aunque ningún elemento rítmico o de danza lenta viene a substanciar esta impresión. El Moderato que se encadena deja al piano retomar esta andadura grave, con una voz atenuada. Múltiples contracantos vienen a relanzar el discurso y los «ambientes» Andante y Moderato.
El Scherzo, un Allegro non troppo en fa sostenido mayor, tiene el aparente buen humor de un rondó, bien que sus temas en torbellino son más espectaculares y virtuosos que relajados y alegres. Tras estos menos de tres minutos de toque contrastado a cargo de las cuerdas (marcatissimo, pesante) que terminan en acrobacias, un tañido fúnebre se instala en el violín y en el chelo para enfrentarse a la passacaglia introducida por ocho acordes graves del piano «que resuenan despiadadamente como un veredicto de muerte, como el anuncio de ineluctables catástrofes». Los seis episodios sucesivos del tema en la passacaglia juegan con la alternancia si menor / Si bemol menor, dando una impresión de ritual litúrgico de lejana ascendencia ortodoxa. Estos 53 compases constituyen el núcleo espiritual de la obra, así como su parte más personal.
El final, Allegretto, en mi mayor, se revela como el más elaborado en el plano instrumental. Sin caer en lo patético, este rondó-sonata se desenvuelve como una «danza macabra». Tras cuatro compases de corcheas staccato pianissimo a cargo del piano, el violín introduce, en pizzicato, un tema macabro y siniestro
El piano, y después el violonchelo, entran en danza, tendiendo a introducir un curioso ritmo de vals en 5/8. Bruscamente, el violín interrumpe este sabbat nocturno al retomar el tema del Andante inicial, sobre la cuerda de mi. Piano y cuerdas se oponen cada vez más, tanto en cuanto al clima como al ritmo. El primero se ocupa de curiosos arabescos (vuelta al tempo del compás 91), mientras las cuerdas vuelven a reinstalar el tema danzante. Es menester esperar a la coda (Adagio) para que los instrumentos se reconcilien en un coral majestuoso, en mi mayor.
El día domingo 2 de dic. el Trio Maisky aún se presentará en la Neza, al lado de la OFUNAM, es una gran oportunidad que brindará el trío en su último concierto. Que lo disfruten.
Bojan Sudjić, director huésped
Trío Maisky: Mischa Maisky, violonchelo; Lily Maisky, piano; Sascha Maisky, violín
Concierto para violín, violonchelo y piano de Beethoven y Sinfonía Manfredo de Chaikovski
• Sala Nezahualcóyotl
• 12:00 horas - 2 dic.
• $240, $160 y $100