Seguramente se preguntarán, por qué no reclamaba el verdadero autor?, muy simple, porque muchos de los dramas tienen peligrosas referencias a personajes de la corte inglesa de Isabel I, quien amaba el teatro, recordemos el auge que alcanzó el arte durante el período isabelino. Pero la reina intolerante no se andaba con cuentos, ella tenía un ejercito de verdugos para cercenar cabezas, para amenazar, para enviar a prisión, entre las más ligeras acechanzas para todo aquel que cuestionara, transgrediera, traicionara ó ejerciera culto religioso diferente al protestante, instituido.
Vayamos hacia el pasado, recordando que el último eslabón de la dinastía Tudor fue representado por la hija de Enrique VIII y Ana Bolena, su majestad Isabel I, "la reina virgen", porque nunca se casó, aunque tuvo múltiples amantes. En un periodo de 44 años, Inglaterra creció enormemente, se consideró la edad de oro de la nación. Nación que ha invadido un 90% del planeta. En ese periodo de oro y sangre se beneficiaron casi todas las capas de la población, excepto los pobres, como siempre. Se inició también el proceso de conquista de Estados Unidos de América, convirtiéndose en lo que hoy es EUA, una colonia inglesa. Al final de su reinado, Inglaterra había superado a España y era la primera potencia del mundo. Si se preguntan que país puede competir con ese récord de invasión, ninguno, aunque los norteamericanos en el siglo XX y en actualidad siguen trabajando duro para acercarse.
Afortunadamente con ó sin el desconocimiento de autoría, de la obra firmada por ese actor llamado Shakespeare, tenemos un fantástico legado literario de alcance universal, les sugiero lo disfruten ó lo sufran como prefieran. Porque dentro de esa obra se encuentra una constelación de criaturas capaces de abarrotar cielo e infierno, que continuarán en su inmortalidad.
Después de esta digresión histórica necesaria vayamos a la obra, recordemos que los dramaturgos isabelinos plasmaban en su obra la retórica de Ovidio y Séneca, que las convenciones teatrales eran impuestas por la penuria y por la ley.
La obra Titus demuestra un dominio de las convenciones dramáticas de finales del siglo XVI, al realzar una clara temática de venganza, de retórica ovidiana, es decir exuberante y una violencia senequista, es decir extrema, que el público deseaba ver en escena. Aunado al uso de los códigos teatrales, se sumaba el estilo de uso común de época de varios dramaturgos, empleando recursos como: horrores, mixtificaciones, y episodios de locura, en sus personajes artificiosos.
Análogamente el público isabelino era a su vez testigo diario de una violencia real que le resultaba familiar y cercana como: mutilaciones corporales reales en ejecuciones públicas en ciudades como Londres, a modo de medida disuasiva para los delincuentes, se colgaban en postes, ante la mirada de todos los ciudadanos, las cabezas de los traidores. De este modo, el escenario funcionaba también como un recordatorio político subliminal de las cruentas consecuencias punitivas ejercidas por el estado sobre el ciudadano que delinquía.
Paradójicamente, la violencia escénica era fuente de diversión pero también de horror. Probablemente la memoria colectiva de esa nación invasora haya ido erigiendo así los bastiones de su inconsciente colectivo. Que ha emergido a la superficie, y ha fraguado la osadía de someter al mundo entero, por medio de su élite de banqueros antropófagos. Y lo lograrán si no reaccionamos.
Pasarón tres siglos y medio, durante los cuales la obra “Titus" cayó en el olvido, en el desprecio y en la distorsión interpretativa por parte de la crítica literaria y de los directores de teatro. La violencia, no sólo escénica, sino también verbal que encierra Titus Andronicus, una obra en la que tienen lugar un sacrificio humano, una violación, diez asesinatos, seis personajes que sufren mutilaciones y dos que son despedazados para, más tarde, ser devorados por su propia madre. A pesar de que se hiciera un gran esfuerzo crítico por evitar señalar al texto como creación de Shakespeare ó de quien haya sido, no se logró sacar de su folios.
Vayamos al relato, Titus Andronicus es una historia ficticia de venganza entre el general del ejército romano del mismo nombre y Tamora, reina de los godos. Titus Andronicus regresa victorioso a Roma tras una guerra contra los godos en la que pierde a 21 de sus hijos, sobreviven cuatro. Titus vuelve trayendo consigo a Tamora en calidad de prisionera de guerra, junto a sus tres hijos: Alarbus, Demetrio y Quirón, también a Aarón su sirviente y amante. Titus sacrifica a Alarbus hijo mayor de Tamora, para que los espíritus de los caídos en batalla descansen eternamente y no perturben con sus apariciones a los vivos. Tamora implora clemencia para impedir ese sacrificio, pero Titus la rechaza, eso es lo que desencadena brutales sucesos. Que el sanguinario Aarón también ira fraguando con maldad e ingenio contra los Andrónicos, y después ellos revertirán.
La puesta en escena de la obra revela una maquinaria dramática de horror, sustentada en todos los pecados capitales. Santo Tomás de Aquino decía que “un vicio capital tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales, se dice, son originados de aquel vicio”. El pecado guía es la venganza, que se relaciona de forma directa con la ira, la cual es definida como la pasión que imposibilita el control del enojo y la indignación. Este vicio está desde el primer diálogo hasta el último y es el que guía todos los demás.
A través de la ira se desarrolla la venganza como premisa fundamental de la obra, de ahí florecen los demás pecados capitales que son pasiones y fuentes de placer ilusorias, que terminarán convirtiéndose en deseos incontrolables que llevarán a los personajes a cometer faltas morales y actos descomunales de barbarie. La obra muestra lo que pueden ocasionar los pecados capitales, que han estado presentes a lo largo de la historia.
En el escenario estridente y caótico continuamente se esta expresando un mundo horrible de masacres y cadáveres colgantes. Dentro de los acontecimientos, se elegirá al nuevo emperador, será Saturnino primogénito del emperador difunto de Roma ó su hermano Bassiano. Posteriormente él tomará por esposa a la reina cautiva Tamora, decisión que traerá terribles consecuencias.
Observamos a Demetrio y Quirón, vástagos de la reina Tamora, como bestias jóvenes, desalmadas, de constante risa idiota fungiendo en la feroz política oficial que practican la bárbara Tamora y su amante amoral, violento y sanguinario, Aarón. Vemos como es asesinado cobardemente Bassiano, hermano de Saturnino. Y como su indefensa prometida Lavinia aparece frente al público sin manos y sin lengua tras haber sido violada. Escuchamos a Aaron engañar a Titus, pidiéndole se corte una mano a cambio de la libertad de sus hijos, sentenciados injustamente como culpables por la muerte de Bassiano. Después presenciaremos la aparición de un mensajero con dos cabezas, la de Marcio y Quinto, hijos de Titus. Finalmente, fuimos testigos de como Titus deguëlla a Quirón y a Demetrio, hijos de Tamora y de como descompone sus cuerpos para servirlos en un banquete a su madre y al emperador Saturnino. Después Titus deguëlla a su querida hija Lavinia y posteriormente a Tamora, entonces Saturnino reaccionará matando a Titus. Inmediatamente Lucio su hijo, lo asesina y se erige como nuevo emperador de Roma. Aarón es enterrado vivo y su vástago bastardo sobrevivirá por acuerdos previos.
Creanme, no deberíamos acercarnos a Titus Andronicus con preguntas ya establecidas que respondan a unos intereses personales y a nuestra propia situación histórica. Debemos descubrir las preguntas a las que el texto responde. Debemos, por lo tanto, averiguar cuáles fueron los horizontes de expectativas del público isabelino para poder averiguar a qué tipo de preguntas estéticas el texto funciona como respuesta.
En la actualidad los dramaturgos contemporáneos creen erráticamente que toda obra de contenido universal es adaptable a todo tiempo, lamentablemente solo presentan enmendados refritos ó pastiches.
Titus se presentará del 19 de septiembre al 10 de noviembre en el Teatro Helénico, con funciones jueves y viernes 20:30 horas, sábados 18:00 y 20:30 horas, domingos a las 18:00 horas, boletos de $450, $350 y $200. Localidades disponibles en la taquilla del "Centro Cultural Helénico", ubicado en avenida Revolución 1500 y en su página de internet.